Un beso arriesgado by Olga Salar

Un beso arriesgado by Olga Salar

autor:Olga Salar [Salar, Olga]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2015-05-21T04:00:00+00:00


Capítulo 15

Carla había llegado del trabajo completamente destrozada y todavía tenía que atender a un paciente en casa, que había llegado hasta ella muy recomendado. Su jefe le había pedido como favor personal que lo atendiera en su consulta privada. Al parecer el tipo no quería ir al hospital sino que prefería pagar de más y ser tratado en un ambiente más íntimo, petición que la obligaba a trabajar un sábado por la tarde, justo después de haber estado de guardia toda la noche.

Para colmo de males, como si los astros se hubieran aliado en su contra, ni siquiera había podido averiguar el nombre de su paciente, porque su jefe le había soltado la bomba y había desaparecido de escena, alegando que tenía un congreso en Barcelona. Así pues, lo único que tenía claro era que aparecería a las cinco en punto.

Se bebió un café bien cargado, sabiendo que dormir de día era imposible, y se metió en la ducha a toda prisa. Cuando salió de ella, más relajada, se vistió sin poner mucho interés en la ropa. Se decantó por unos vaqueros desgastados y un jersey de punto, ya que encima llevaría puesta la bata.

Pensó en que su prima no le había enviado ningún mensaje y sonrió, pensando que era buena señal.

Carla era física y mentalmente lo opuesto a Verónica: mientras la rubia era dulce, amable y positiva, Carla era gruñona, extremadamente sincera y muy práctica. Físicamente sus diferencias se veían a la legua. Mientras Carla era exuberante y se encontraba preciosa a sí misma en su talla cuarenta y dos, Verónica era delgada, con el cabello dorado y una eterna sonrisa en los labios. El día y la noche y, sin embargo, habían sido amigas desde siempre. Una complementaba a la otra y le ofrecía la visión del mundo que la otra no podía percibir. Ni siquiera sus madres, a pesar de ser hermanas, se habían llevado tan bien como ellas.

Con esos pensamientos se dejó caer en sofá y se puso a ver la televisión. Tenía la mañana libre, y ese era el momento perfecto para no hacer nada.

Se despertó ante el insistente sonido del timbre. No había esperado quedarse dormida, de hecho nunca ocurría. Sin embargo, en esa ocasión había sucedido.

Se levantó a toda prisa del sofá y fue a abrir. Según lo previsto, se trataba de su nuevo paciente. Mientras esperaba a que subiera se metió en el cuarto de baño y se lavó los dientes a toda prisa, se puso colonia e intentó desenredarse las ondas. Su pelo no llegaba ser tan rizado como el de Verónica, pero tampoco era liso y, tras hacerse una siesta en el sofá, era una masa despeinada. Optó por lo más fácil y se hizo una cola de caballo con los dedos, ni siquiera tenía tiempo para peinarse como tocaba. Por desgracia, su cara no tenía solución: llevaba las marcas de los cojines, sobre los que se había quedado dormida, dibujadas en el rostro.

Salió a toda prisa del cuarto de baño cuando escuchó cerrarse el ascensor.



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